La gerontología social sería la rama de la
gerontología
que se ocupa de la repercusión que determinados hechos sociales tienen en la vida de los adultos
mayores, hechos que pueden ocasionar unos efectos negativos en la dimensión social del individuo
que influyen en su envejecimiento de igual manera a como lo puedan hacer los factores biológicos o
psíquicos.
El devenir social más relevante para el individuo cuando se acerca a la franja
de edad pactada colectivamente para hacerlo es el fenómeno de la jubilación. Este hecho, que en
principio es recibido con alborozo, puede producir unos efectos desoladores: disminución de
ingresos económicos, pérdida de relaciones sociales (en principio, las laborales), cierta
desorientación sobre el rol social que se va a desempeñar en la nueva etapa vital que se avecina;
todo esto puede desembocar, en muy poco tiempo, en un estado de abatimiento donde afloran
sentimientos de inutilidad y vacío, peligroso caldo de cultivo para el
envejecimiento
del individuo.
Otro de los factores sociales más perniciosos para el anciano lo desempeña la
soledad afectiva que provocan las nuevas formas de vida familiar que se han ido implantando en el
mundo desarrollado desde los años setenta del siglo XX, que consisten en la desmembración del
núcleo familiar tradicional para ir formando entidades nucleares que apartan de su concepción a los
abuelos. Este hecho es todavía más demoledor que la jubilación, y se incrementa su desgarro cuando
el individuo tiene que afrontar encima el ingreso en una institución por su falta de autonomía
personal.
La
gerontología social
analiza pormenorizadamente todas estas circunstancias sociales y el impacto que producen en la vida
del adulto mayor, apoyándose para ello en ciencias auxiliares como la estadística o la
sociología, pero es una disciplina que tiene un importante componente práctico, por lo que
no se queda en lo meramente especulativo. Trata de remediar esos efectos negativos, tan
perjudiciales para la meta gerontológica de conseguir y mantener la autonomía personal de los
ancianos, con programas sociales cuya aplicación queda siempre a la espera de las decisiones
políticas, que son, en última instancia, las que, fundamentalmente en los países europeos, deciden
su viabilidad en función de la situación económica y social del país correspondiente, lo que en
Estados Unidos variaría un tanto al estar más inclinado a la intervención de benefactores privados.
El seguimiento de esos programas sociales permite obtener unos importantes datos que alimentan a su
vez el contenido de la disciplina.
Los programas sociales varían en función de los problemas que tratan de paliar y
de la situación en que se encuentra el adulto mayor. Así, podríamos mencionar la política de
institucionalización (centros de día y residencias de ancianos)
para personas que tienen una autonomía personal bastante problemática, por razones económicas
(indigencia) o sanitarias (problemas de movilidad, que van desde la simple inestabilidad hasta la
inmovilidad total,
demencias,
alzhéimer,
etc.), no obstante estar buscando siempre otras alternativas que permitan a los mayores seguir
viviendo en su entorno habitual. En los casos en que exista autonomía, los programas sociales
buscan fundamentalmente la integración del individuo en el marco social, con políticas que incluyen
centros de mayores en donde poder realizar actividades culturales, deportivas, lúdicas,
etc., vacaciones programadas... En nuestro país, toda esta labor la viene realizando desde hace
muchos años el IMSERSO (Instituto de Mayores y Servicios Sociales). |